El bosque que se encuentra al pie de la ladera del Jardín, entre el edificio de Recursos Didácticos y la Fuente de los Sabios, recoge una amplia muestra de. las especies que forman la comunidad natural denominada laurisilva. Los árboles que aquí vemos fueron plantados en 1964.
En el Terciario, (hace 20 millones de años), estos bosques estuvieron extendidos por toda la cuenca mediterránea, norte de África y sur de Europa, como así lo atestiguan los fósiles encontrados en estas zonas. Debido a los cambios cismáticos ocurridos desde entonces, glaciaciones y periodos áridos que originaron la barrera de desiertos del norte de África, esta vegetación desapareció de los continentes sirviendo las islas de Azores, Madeira y Canarias, en las que los cambios fueron atenuados al actuar el océano de termostato, como refugio de estas especies terciarias hasta la actualidad.
La necesidad de un alto grado de humedad para el desarrollo de las masas forestales condiciona su distribución a las vertientes norte entre los 400-1500 m de altitud que es la zona de mayor influencia de los vientos alisios que dan lugar a la formación del mar de nubes. La laurisilva es una formación de tipo subtropical predominantemente arbórea, siempre verde, cuya gran masa de hojas coriáceas y brillantes favorece la condensación de las nieblas produciéndose una lluvia local al pie de cada árbol que se conoce como «precipitación horizontal».
La distribución de los árboles (hasta 18 especies en las islas Canarias), varía en función de las apetencias ecológicas, así por ejemplo los viñátigos (Persea indica), tiles (Ocotea foetens) y laureles (Laurus azorica) son las especies más exigentes en humedad y sus frutos carnosos sirven de alimento a la avifauna del bosque. Por el contrario, un árbol poco exigente en humedad es el barbusano (Apollonias barbujana) cuyas hojas presentan deformaciones producidas por las picaduras de insectos. En zonas mas soleadas se asienta el palo blanco (Picconia excelsa), en el que las hojas tienen tendencia a doblarse por el borde y su corteza es muy partida. La hija (Prunus lusitanica), árbol de gran interés porque su distribución incluye Marruecos, región mediterránea y península Ibérica, se desarrolla también en las zonas mas aclaradas del bosque.
Entre los árboles con frutos comestibles cabe destacar el madroño (Arbutus canariensis) de corteza rojiza, y frutos anaranjados al madurar, como pequeñas mandarnos que al igual que los del mocán (Visnea mocanera), llamados «yoyas», servían de alimento a los antiguos pobladores de Canarias.
Otras especies arbóreas de interés presentes en este Jardín son el aderno (Heberdenia excelsa), el naranjero salvaje (Ilex perado ssp.platyphylla), el acebiño (Ilex canariensis) etc.
Tomando el camino desde la Fuente de los Sabios hacia la Plaza del Palo Blanco puede verse una representación del estrato arbustivo de esta formación: el follao (Viburnum tinus ssp rigidum) con llamativas inflorescencias en forma de sombrillas (umbelas) de flores blancas y frutos azul oscuro metalizado, la estrelladera (Gesnouinia arbórea) de vistosas flores rosa violáceas, el peralillo (Maytenus canariensis) de abundante floración otoñal agrupadas en las axilas de las ramas nuevas. Los brezos (Erica arbórea), tejos (Erica scoparia ssp. platycodon) y fayas (Myrica faya) son los representantes de las zonas menos favorecidas de la laurisilva. Brezos y tejos se reconocen fácilmente por sus hojas en forma de cortas agujas mientras que la faya, con hojas que recuerdan a las del laurel, pero más claras, produce pequeños frutos rugosos muy apetecidos por las aves del bosque.
En esta área también puede observarse la rejalgadera (Solanum vespertino) de curiosas flores azul violáceas; el sauco (Sambucuspalmensis) con densas y vistosas inflorescencias de color blanco así como diversas especies de taginastes (Echium spp.) de variadas y vistosas flores, completándose con otras plantas de menor porte como las chahorras o salviablancas (Sideritis spp.), flores de mayo (Pericallis spp.), patas de gallo (Geranium spp.), reinas del monte (Ixanthus viscosos) crestas de gallo (Isoplexis spp.) etc., que aportan, en primavera, una llamativa nota de color. Dentro del grupo de las lianas y bejucos cabe destacar la bicacarera (Canarina canariensis) de grandes llores anaranjadas y frutos carnosos del mismo color, la zarza (Rubus bollei), la gibalbera (Semele androgyna), la corregüela de monte (Convolvulus canariensis) entre otros.
En su ambiente natural el suelo de la laurisilva, rezumante de humedad y escasa luminosidad, está cubierto de una gruesa capa de materia orgánica donde crecen helechos, musgos y líquenes que también ascienden por los troncos y ramas.
La introducción de sucesivos cultivos como la caña de azúcar, viñedos, papas, millo, etc., la utilización de las maderas con un alto valor económico para la fabricación de muebles y artesonados, la fabricación de aperos de labranza, el carboneo, la necesidad de tierras de pastoreo y la plantación de árboles frutales, ha conducido a un gran retroceso de este bosque lo que en muchos casos ha dado lugar a una intensa erosión del suelo.
Tan solo unas pocas zonas, casi todas protegidas por la Ley, han sobrevivido hasta la actualidad. Especialmente dramático es el caso de Gran Canaria, donde sólo queda el 1% de la laurisilva original, refugiada en las laderas de unos pocos barrancos como el barranco Oscuro, barranco de la Virgen y los Tiles de Moya.
En Canarias la mejor representación de laurisilva corresponde al Bosque del Cedro, en La Gomera, que en 1981 justificó la declaración de Parque Nacional de Garajonay y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986. Otras formaciones de laurisilva, dignas de mención, son las correspondientes a las del bosque de Los Sauces en La Palma, las cumbres de Anaga en Tenerife y el Golfo en El Hierro.