Los albores de la investigación arqueológica Los inicios de la investigación arqueológica en Tirajana los podemos retrotraer al último cuarto del siglo XIX, momento en que penetran en el Archipiélago nuevas corrientes de pensamiento que traen consigo o impregnan a una serie de personas estrechamente ligadas al quehacer científico de estos años. Entre ellos debemos destacar las figuras de Gregorio Chil y Naranjo, René Verneau, Sabino Berthelot o Víctor Grau-Bassas. Las referencias de Berthelot nos ofrecen una visión muy diferente de Arguineguín de la que nosotros poseemos: “Aún existen en la isla algunas de sus cuevas, principalmente en el Barranco de Arguineguín, en donde se encuentran los restos del pueblecito citado por los capellanes de Bethencourt. Estas habitaciones se hallan colocadas en varias filas alrededor de un gran circo, en medio del cual se ven las ruinas de un edificio más considerable que los otros, presentando delante de la puerta de entrada un enorme banco semicircular con dosel y todo de piedra seca, lo que ha hecho presumir que esta casa había sido la residencia de un jefe… Grandes y sólidas vigas de laurel … cubren aún alguna de estas habitaciones, cuya forma es elíptica, presentando interiormente tres alcobas practicadas ene le espesor del muro, que tiene ocho o nueve pies de ancho… El hogar se halla colocado cerca de la puerta de entrada ubicada enfrente de la alcoba del fondo. La pared carece de cimientos y se halla construida con piedras en bruto y muy gruesas exteriormente, pero perfectamente talladas y alineadas en el interior… El pueblecito de Arguineguín podía contener cerca de cuatrocientas casas de la forma ya indicada”. No es posible establecer sólo a través de estos datos cual es el yacimiento al que hace referencia Berthelot, sin embargo, más adelante, cuando se refiere a los enterramientos nos da una pista importante para ubicarlo espacialmente: “Existe a corta distancia del antiguo pueblo de Arguineguín un cementerio igual al de La Isleta, en donde se encuentran varios túmulos más elevados que los otros. M. Depreaux… ha observado que los esqueletos contenidos en los mayores tenían la cabeza colocada hacia el norte, mientras que en los pequeños, los cuerpos descansaban de este a oeste ”. Este dato es de vital importancia para ubicar y completar el poblado a que hace referencia este autor, porque nos conduce a establecer la posibilidad de que se trate efectivamente de los restos que hoy quedan en el curso bajo del Barranco de Arguineguín, que es el área de actuación del presente plan especial. Esta deducción se deriva del hecho de que en la Punta del Perchel, según la tradición popular, y en el lugar en que hoy se levanta la fábrica de CESA, existió una necrópolis que probablemente sea la que describe Berthelot y que más tarde también citará R. Verneau. Este “pueblecito” de más de cuatrocientas casas, de características protourbanas, ocuparía la desembocadura del Barranco de Arguineguín aunque en la actualidad del mismo sólo queda un testimonio discontinuo representado en El Pajar, Lomo Galeón, El Llanillo, Las Crucitas, Cañada del Toscón, Lomo de San José, Barranquillo de la Jarra, Lomo Bento y El Palomar, yacimientos que están amenazados en la actualidad por la expansión de los núcleos urbanos y por la creciente especulación del suelo en este municipio. Los escritos de R. Verneau, desarrollados durante el último cuarto del siglo XIX, se ocupan del estudio de los primitivos habitantes de Gran Canaria, recopilando una importante información de campo que nos describe con detalle las características de yacimientos que no existen oi están muy arruinados en la actualidad. Utiliza como fuente para Arguineguín el manuscrito atribuido a Bocaccio que relata la expedición enviada por Alfonso IV de Portugal en 1341, la cual hace desembarcar en Arguineguín, a pesar de que en aquel texto no se nombra nunca a dicho pueblo y, además, cuando los marineros desembarcan no lo hacen en esta zona, sino en el norte de la isla, pues indica que “… costeando la isla para darle vuelta, la encontraron mejor cultivada en la parte norte que en el sur.” Se constata a través de su obra que los restos arqueológicos que descubriera Berthelot cuarenta años antes, se hallan en un estado de conservación peor: “No se distingue más que un amasijo informe de piedras… Inútil añadir que toda la madera ha desaparecido; en esta región, actualmente talada, los habitantes modernos se apoderaron de las vigas y de las puertas de las viejas habitaciones… Los únicos objetos que yo pude retirar de la antigua villa de Arguineguín consistían en morteros para el ocre y muelas para el grano…” Este expolio de materias primas para la construcción e incluso de enseres para uso doméstico, se produce también en otras zonas de la isla, desapareciendo o quedando mutilados bajo su efecto importantes conjuntos arqueológicos. No obstante, R. Verneau nos ofrece una exhaustiva descripción de otros yacimientos de habitación del municipio que reúnen parecidas características, especialmente de una casa que halló intacta por haber sido reutilizada en Tunte (San Bartolomé de Tirajana): “Una pared de piedras secas, de formas y dimensiones variadas... una forma casi elíptica; su altura pasa un poco de los dos metros. Hacia el norte está provista de una puerta, limitada por bloques un poco mayores y más regulares... El dintel está formado por dos troncos de pino canario superpuestos. Por encima del muro se eleva una techumbre cónica constituida por un amontonamiento de piedras parecidas a las de la base... mide por fuera 5,75 metros, en su diámetro mayor. Cuando nos habituamos a la oscuridad que reina en el interior... nos damos cuenta de los detalles de la construcción del techo. Dos troncos de pino yuxtapuestos atraviesan la casa en el sentido del diámetro menor... Vigas del mismo material, poco distantes unas de otras, se dirigen horizontalmente en dirección perpendicular a las dos vigas principales.” Este sería, en líneas generales, el aspecto que debían presentar las casas que formaron el primitivo poblado de Arguineguín, cuya conservación actual dificulta la comprensión de su morfología inicial. Para Arguineguín, Verneau es mucho más explícito cuando se refiere a los enterramientos, abundando en detalles la descripción realizada con anterioridad por Berthelot para la necrópolis de la Punta del Perchel: “...descubrí en el sur de Gran Canaria, a 200 metros aproximadamente del antiguo poblado de Arguineguín, verdaderos túmulos recubriendo fosas sepulcrales excavadas en el suelo. Los túmulos de Arguineguín son de tres clases. Uno de ellos cubre una única fosa, encerrando a un solo sujeto. Las paredes están completamente forradas por lajas... Un segundo montículo recubría seis cadáveres dispuestos en dos capas superpuestas, comprendiendo cada una de ellas tres individuos. Una gran fosa había sido excavada en el suelo, limitada en su contorno por algunas lajas dispuestas de pie, dejando entre ellas intervalos bastante grandes. Tres lajas semejantes habían sido colocadas paralelamente a uno de los lados pequeños, con el objeto de hacer en un extremo una fosa incompleta destinada a recibir a un muerto. Otras tres lajas, dispuestas en el sentido del eje mayor, subdividían el espacio restante en dos tumbas. Lajas horizontales lo cubrían todo, repitiéndose la misma disposición encima. Cada cadáver tenía su fosa individual, aunque las seis fosas fueron cubiertas por un solo túmulo. Debajo del tercer montículo de arena, encontré una vasta sepultura apenas tapada por algunas piedras puestas de plano de tanto en tanto. Esta sepultura encerraba una veintena de cadáveres, dispuestos sin orden y recubierto directamente por la arena del túmulo. ” Como se dijo en un principio, de esta necrópolis sólo nos quedan los datos apuntados, pues desaparecería tras la Guerra Civil española, al iniciarse las obras de la actual fábrica de cementos, durante las cuales se hallaron distintos restos que se hicieron desaparecer. La investigación arqueológica durante la primera mitad del siglo XX La segunda etapa de la investigación comienza tras la Guerra Civil española, coincidiendo con la creación de la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas y el nombramiento como Comisario Provincial de un hombre que aparece vinculado al quehacer arqueológico de esta provincia hasta los años setenta: Sebastián Jiménez Sánchez. Este autor se ocupará en una extensa bibliografía del estudio de los vestigios prehispánicos de Gran Canaria, aunque quizás sea en “Excavaciones Arqueológicas en Gran Canaria. Plan Nacional de 1942, 1943 y 1944”, donde mayor número de referencias encontramos para el Barranco de Arguineguín. En esta obra estudia una serie de conjuntos arqueológicos que son los que en la actualidad podemos ver, más o menos transformados por la acción del hombre y de los agentes naturales, en el curso de los últimos cuarenta años. 1.- LOMO GALEÓN: Viviendas de planta interior cruciforme, circular o elíptica y enterramientos tumulares de base cuadrada o circular, así como otros más complejos con gradas y tortea central y cistas adosadas. 2.- CAÑADA DE LA PLAMA O DEL TOSCÓN: Casas de planta interior cruciforme y circular, además de cuevas naturales y artificiales. 3.- BARRANQUILLO DE LA JARRA: Existían más de una docena de casas de planta interior cruciforme y circular, de las que sólo quedan dos. 4.- LOMO DE SAN JOSÉ: Es también conocido como LOMO DEL CEMENTERIO por ubicarse allí una necrópolis con dos tipos de estructuras: Túmulos con tortea y cistas. Además señala restos de casas y enterramientos en la margen derecha del barranco, frente al Cortijo de San José que, a falta de una información más detallada, se podría corresponder con la zona que en la carta arqueológica de Arguineguín se denomina LOMO DE BENTO y EL PALOMAR. Para la Punta del Perchel señala que se encontraron “... en otras épocas edificaciones canarias y una necrópolis”, mientras que de El Pajar apenas apunta el dato de algunos hallazgos que se realizan en este punto al edificarse las casas que existen en la actualidad y que fueron remitidos por el Conde de la Vega Grande a El Museo Canario. Jiménez Sánchez, cuando realiza el esbozo histórico de esta zona, repite los errores señalados por Verneau en relación con la expedición de 1341, aunque mezclando estos datos con los proporcionados por Berthelot, por lo que carece del mayor interés. Del trabajo de esta época nos quedan en El Museo Canario abundantes materiales arqueológicos y poco más, pues la escasa metodología del que fuera Comisario Provincial, hacía que su actividad de campo tuviese más concomitancias con la labor del expoliador que con el verdadero trabajo científico. La investigación arqueológica en las dos últimas décadas La tercera etapa de la investigación se inicia en los años setenta de la mano de M. S. Hernández Pérez, investigador adscrito en aquel momento al Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de La Laguna, que excavará por primera vez en el yacimiento de El Pajar, demostrando fehacientemente la verdadera importancia de este enclave arqueológico. Hasta ese momento, como ya hemos señalado, las referencias a este yacimiento se limitan a la aparición de hallazgos fortuitos debido a la realización de obras en la zona. También en esta ocasión los trabajos se inician de dicha forma: La construcción en 1977 de un pozo negro para el servicio de una de las casas de El Pajar, puso al descubierto una serie de restos arqueológicos que indicaban la existencia en ese punto de un yacimiento de gran interés. Esto, unido a las referencias etnohistóricas de la zona, justificaron la paralización de las obras y la realización de una excavación de urgencia. El resultado de estos trabajos fue la exhumación de una casa de planta interior cruciforme, parte de la cual permanece aún bajo las construcciones modernas. El hecho más significativo fue que en su interior los materiales arqueológicos permanecían “in situ”, al ser abandonada la casa tras el incendio que la destruyó. Los restos de vigas carbonizadas encontrados pudieron ser datados mediante el método del radiocarbono, dando como resultado la fecha de 480 d. C. La presencia de esta construcción no es, ni mucho menos, un hecho aislado, sino que bajo en actual caserío de El Pajar permanece sepultado un número indeterminado de estructuras de habitación como se demuestra a través de los continuos hallazgos que se producen en la zona al hacer cualquier remoción de tierras, además de las construcciones que afloran en la superficie o las vigas que se aprecian en el corte del terreno que existe en el acantilado costero. Todos estos datos ponen de manifiesto la enorme importancia que tendría para la investigación el estudio de un asentamiento aborigen de estas características. La campaña arqueo-lógica de 1977 fue seguida de otra en 1980, que afectó a la parte alta de la ladera, donde se excavaron nuevas estructuras de habitación, en peor estado de conservación que la primera y en 1983, el Dr. J. F. Navarro Mederos emprende una nueva campaña para delimitar la verdadera extensión del yacimiento. Todos estos trabajos siguen la tónica imperante en el Archipiélago y resto del territorio español, por lo que no existe una vertebración ni unos objetivos claros, contribuyendo más al aumento de la fragilidad del yacimiento que a su recuperación para la sociedad. En efecto, los trabajos arqueológicos llevados a cabo en El Pajar apenas tienen otro significado, ni otra trascendencia que la exhumación de una serie de estructuras que permanecen a la intemperie sin que hayan recibido ningún tipo de tratamiento posterior, para su consolidación. La postura de la Administración Pública, a pesar de contar con técnicos que la asesoran en materia de Patrimonio, es la de una total inhibición ante la grave problemática que manifiestan estos monumentos. Por otra parte, esta inercia y falta de operatividad se refleja también en los propios vecinos, cansados de promesas o de que continuamente se les estén paralizando las obras en la zona, sin que vean ninguna contrapartida. Por las razones aludidas, este yacimiento seguirá siendo objeto de distintas agresiones debido a la ignorancia, a la falta de información adecuada de los organismos públicos y sobre todo, a la galopante especulación del suelo que existe en esta zona, necesitada de un Plan de Ordenación del Territorio que sentase las bases para la protección, estudio y conservación del yacimiento. Una de esas desafortunadas intervenciones, acometida por el Ayuntamiento en colaboración del INEM, para ajardinar El Pajar, propició la destrucción de algunas estructuras y el hallazgo de numeroso material arqueológico. Ante este cúmulo de circunstancias adversas y ante la incapacidad e inercia de la Administración para emprender una política de protección adecuada en la zona, se gestó en 1986 un interesante proyecto de investigación interdisciplinar que, en un plazo de cinco años, pretendía prospectar, excavar y consolidar los restos del primitivo poblado de Arguineguín. Se pretendían con dicho programa dos objetivos fundamentales:Investigar con detenimiento este importante asentamiento aborigen, excavando distintos sectores, al tiempo que se consolidaban las estructuras ya exhumadas y las que fueran excavándose. - Recuperar el yacimiento de El Pajar para la sociedad, creando la infraestructura necesaria para obtener una rentabilidad social de los trabajos de investigación, abriendo el yacimiento al público. Esta idea inicial, suscrita por un equipo de arqueólogos, entre los que figuraban los investigadores que excavaron en El Pajar y a los que se unirían E. Martín Rodríguez (CULP) y J. Cuenca Sanabria (Museo Canario), se remodelaría ante la imperiosa necesidad de proteger el enclave arqueológico, así como el resto de yacimientos del Barranco de Arguineguín de la especulación del suelo registrada en este y otros municipios sureños. No han variado las directrices iniciales, sino que se ha antepuesto a los trabajos propiamente arqueológicos y de conservación otros que, encuadrados dentro del marco legal de un Plan Especial de Protección, pretenden canalizar y viabilizar aquellos en el futuro. Paralelamente, se han ido obteniendo una serie de elementos infraestructurales que permitirán garantizar la buena marcha del citado proyecto, tales como la elaboración de la carta Arqueológica de Gran canaria y, especialmente la del Municipio de San Bartolomé de Tirajana, la informatización de los fondos arqueológicos de El Museo Canario y la culminación del Plan Especial de Protección del Barranco de Guayadeque que, si bien no tienen relación directa con el proyecto que nos ocupa, no cabe duda que agilizan y ponen a su disposición la información y la experiencia necesarias para augurar el desarrollo armónico y efectivo de éste.